Días atrás, la organización peruana de conservación de la
naturaleza CEDAS convocó a una conferencia de prensa para anunciar que el lago
Titicaca fue declarado como el “Lago amenazado de 2012”. La gran cantidad de
aguas residuales e industriales que recibe este humedal, cargadas con desechos
mineros y otros tóxicos, motivaron el establecimiento de esta categoría.
A pedido de CEDAS, la organización medioambiental Global
Nature Fund (GNF) realizó una evaluación sobre la salud del lago Titicaca, y
llegó a conclusiones poco alentadoras, por decir lo menos. Según la evaluación,
la biodiversidad que se nutre y desarrolla alrededor y en el interior del lago,
así como su capacidad de autolimpieza, están seriamente amenazadas por la
enorme presión (cada vez más grande) que los pueblos aledaños ejercen sobre sus
aguas y recursos.
Varias son las principales actividades económicas detrás de
esta amenaza, que bien puede calificarse como crisis ecológica. Por un lado, se
encuentra el colosal desecho de aguas residuales sin tratamiento que recibe,
tanto de ciudades peruanas como bolivianas. Hoy en día, las consecuencias de
esta contaminación pueden percibirse en muchos lugares.
En la sección norte, gran parte de la superficie de la bahía
de Puno está cubierta de lenteja, un planta verdosa que se nutre de los
desechos que genera esta ciudad peruana, con más de 120 mil habitantes. Entre
otras externalidades, el crecimiento acelerado de estas plantas, que cuentan
con una fuente ilimitada de nutrientes, no sólo absorbe el oxígeno que
necesitan los peces para sobrevivir y otros seres que habitan en el lago, sino
que además restringe el paso de la luz hacia el agua, algo fundamental para su
limpieza.
Un espectáculo similar, incluso más alarmante, se vive en el
lado boliviano, en la bahía de Cohana, que recibe sin tratamiento gran
porcentaje de las aguas servidas de El Alto (que alberga a más de 1,5 millones
de habitantes) y de otras urbes aledañas, como Viacha. Además, aguas residuales
no tratadas de las industrias de procesamiento de alimentos, cuero, cemento y
madera desembocan en muchos de los afluentes del lago. Para agravar aún más la
situación, éstas llegan cargadas con metales pesados (como zinc y mercurio)
generados por operaciones mineras, muchas de ellas ilegales.
Mucho está en juego. El lago Titicaca ha sido y sigue siendo
esencial para la biodiversidad así como para la vida de las poblaciones
aledañas (alrededor de dos millones de personas), debido a sus virtudes como
fuente de agua potable y como proveedora de peces y otros alimentos. La
supervivencia de pueblos milenarios como los Uros está, asimismo, íntimamente
ligada a la buena salud del lago sagrado de los incas. Por todo ello y más
viene siendo tiempo de tomar en serio estas advertencias, antes de que los
daños sean irreversibles.
EDITORIAL - LA RAZÓN
0 comentarios:
Publicar un comentario